La idea, semilla de la novela

¿Tienes una idea para una novela? Bienvenido a las legiones de personas que también tienen una. Parecería que encontrar una idea para una novela es el paso más importante. Creemos que el bloqueo creativo que supone no tener una idea para escribir es como una presa. Tener una idea debe de ser como abrir la compuerta; de inmediato la historia, contenida al otro lado de la presa, comienza a fluir con fuerza, nuestros dedos se ponen en movimiento y la pantalla del ordenador se va llenando de líneas y más líneas de texto, ¿verdad? Pues no.


 Hay un montón de gente que tiene una idea para una novela. La inmensa mayoría jamás se pondrá manos a la obra. Siempre habrá asuntos más urgentes que atender. Otros empezarán a escribir, se quedarán atascados, llegarán a la conclusión de que escribir no era tan fácil como pensaban y abandonarán a medio camino o incluso antes. Una minoría conseguirá acabar la novela con resultados mediocres. Una minoría terminará por haber convertido su idea en una buena novela, o incluso excelente.
¿Por qué unos desarrollan una idea hasta crear una novela mediocre mientras que otros, con una idea similar, escriben una buena novela? Porque los primeros no tienen el respaldo de una buena cantidad de lecturas de calidad ni han estudiado el oficio. Este es un oficio que se estudia. No hay nadie que diga “he visto centenares de edificios. Voy a construir uno” o “he visto muchísimas mesas. Voy a hacerme una de caoba con incrustaciones”. Sin embargo, hay muchas personas que dicen “he leído docenas de novelas. Ya sé cómo va esto de escribir. Voy a escribir una novela”.
Y es que esto no funciona así. Haber leído obras de calidad es condición necesaria, pero no suficiente, igual que haber comido muchas veces en buenos restaurantes no te capacita para ser chef. Por el contrario, si has estudiado para chef y vas a comer a un buen restaurante, tienes los conocimientos necesarios para hacerles una “radiografía” a los platos que te sirven y conjeturar cómo se han elaborado. Y, tal vez, “robar” ideas para mejorar tus propios platos.
Conocer las técnicas de los escritores nos permite leer como escritores y ver cómo resuelven otros las tramas y construyen los personajes; nos permiten estudiar a los grandes. Pero muchos autores noveles se embarcan en la escritura de una novela armados tan solo con una idea y con la intuición que surge de haber visto y leído de docenas de películas y novelas. Ese haber estado expuestos a historias desde la infancia es una herramienta poderosa del escritor, pues de ese modo ha interiorizado, de forma más o menos consciente, temas universales, argumentos comunes, estructuras narrativas y personajes arquetípicos. Pero pertrechado tan solo con esa intuición y sin las herramientas del oficio, lo más seguro es que el resultado de nuestra idea no vaya más allá de componer una amalgama de tópicos o clichés desgastados y manoseados hasta el aburrimiento.
Ideas las hay a céntimo el manojo, no valen casi nada. Ya hemos estudiado de dónde salen las ideas. Están por todas partes: en cosas que lees, en películas que ves, en conversaciones que espías, en cosas que te pasan, en tus intereses, en tus aficiones, en las grandes preguntas que te haces… E, incluso, a veces saltan a la luz de tu mente como surgidas de la nada. Lo que nos interesa saber ahora es qué es una idea exactamente, porque el concepto no suele estar claro y es importante comprenderlo.
Muchos confunden idea con argumento y se quedan paralizados antes de empezar a escribir al creer que una idea es algo mucho más complejo de lo que en realidad es. La idea no es el argumento. Un argumento viene a ser un esqueleto de la historia, una sucesión cronológica de los eventos que suceden en una novela, desde el principio hasta el fin, orden que no necesariamente será el que tenga la obra acabada. Pensemos en películas como Memento, donde la historia está contada al revés: comienza por la última escena y se va remontando hasta la primera. Si hemos visto la película y nos piden que contemos el argumento, lo más probable es que empecemos por el principio y acabemos por el final. Si la contamos tal como la hemos visto (en orden inverso) lo que conseguiremos será confundir a nuestro interlocutor.
La idea no es, ni mucho menos, la trama, que viene a ser como el esqueleto revestido con sus órganos y sus músculos. Faltan la piel y el pelo, el toque estético que se lo dará nuestro estilo. La trama es la suma de todas las escenas en el orden final de la obra acabada, más los escenarios donde se desarrolla la novela y sus significados, más los personajes y sus motivaciones, más las historias secundarias o subtramas que se entremezclan con la trama principal siendo relevantes para el avance de la historia y enriqueciéndola. Es algo mucho más complejo que el mero argumento.
Por otro lado, podemos pecar por defecto pensando que la idea es menos de lo que realmente es. Podríamos confundirla con el tema. El tema se expresa en muy pocas palabras que tal vez ni siquiera forman una oración completa. El tema es el concepto universal que en última instancia trata de transmitir el escritor.
Ejemplos de temas son: los obstáculos al amor (Romeo y Julieta), impotencia frente al destino (Edipo rey) remordimiento y expiación (Crimen y castigo), la venganza (Moby Dick), el triunfo de la justicia (la mayoría de las obras policíacas), las consecuencias de los celos (Otelo) y un sinfín de otros como la importancia de la amistad, el triunfo de la voluntad y un largo etcétera, aunque Juan Rulfo decía que en la literatura “no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte”.
El tema viene a ser como la justificación de una novela, el por qué de su existencia, su propósito al existir. Es importante saber qué tema queremos tratar, porque si no el lector quedará un poco insatisfecho al final, como cuando a uno le cuentan una historia pero no se sabe muy bien adónde quiere ir a parar el narrador, como si estuviese hablando por hablar, para matar el tiempo.
Es un error hacer explícito el tema, decirle al lector, como si fuera tonto, “el tema de esta novela es la redención del protagonista”. El tema debe deducirse de la trama, y el lector lo captará de forma más o menos consciente. Y también captará la ausencia de un tema, tenlo por seguro.
La idea tampoco es la estructura, que es el andamiaje básico de la trama y constituye la ordenación de los sucesos que acontecen en la novela con el propósito de provocar un impacto concreto en el lector. Por ejemplo, tenemos la clásica estructura en tres actos con un planteamiento, un nudo y un desenlace. Un mismo argumento puede tener un impacto diferente según cómo lo estructuremos. Pero la estructura da para otro artículo completo.
Quien tiene una idea para una novela o relato no tiene ni siquiera un esqueleto, porque aún no tiene ni argumento, ni trama, ni tema, ni estructura. Entonces, ¿qué forma tiene una idea? Pues se parece un poco a la sinopsis, que es un argumento muy, muy reducido. Digamos que una idea no llega ni siquiera a ser una sinopsis. Se expresa en una sola oración, dos a lo sumo, y podría detectarse porque delante podemos ponerle ¿qué pasaría si…? Acudamos una vez más a los clásicos en busca de ejemplos.
¿QUÉ PASARÍA SI…
  • …un hombre viejo, ávido lector de libros de caballerías, pretendiese llevar a la realidad las fantasías que ha leído? (Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes).
  • …me invento un pueblo que no existe y cuento la historia de siete generaciones de una familia que vive en él? (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez).
  • …un hombre maduro se enamorase hasta la obsesión de su hijastra de doce años? (Lolita, Vladimir Nabokov).
  • …por un cataclismo cósmico el mundo y sus seres empezasen a convertirse en cristal? (El mundo de cristal, J.G. Ballard).
  • …un poderoso vampiro pretendiese subyugar a toda la humanidad? (Drácula, Bram Stoker).
  • …un cirujano consiguiese crear un ser humano con diversas partes de cadáveres y darle vida? (Frankenstein, Mary Shelley).
  • …un pescador viejo, tras una mala racha, sale solo a pescar y tiene que luchar durante tres días para atrapar un enorme pez espada? (El viejo y el mar, Erenest Hemingway).
A eso se parecen las ideas para novelas. Las anteriores son hitos de la literatura, y aun así sigo opinando que las ideas por si mismas no tienen mucho valor. ¿Por qué? Imagina la última, la de El viejo y el mar. Esa idea la tomamos cualquiera y escribimos un cuento de aventurillas en el mar que no nos da más que para unas cuantas páginas. Pero un genio de la talla de Heminway, con la misma escuálida idea, creó una obra maestra, llena de profundidad y significado.
Entonces, ¿tienes una idea para una novela? Fantástico, ya tienes hecho el 1% del trabajo, o tal vez menos. Ahora tienes que crear un argumento, es decir, llevar esa idea hasta su desarrollo en el tiempo. Luego tendrás que “espesar” ese argumento creando una trama: localizaciones, motivaciones de los personajes, subtramas, división en escenas, ordenación de esas escenas, etcétera. Luego tendrás que aplicarte a escribir con un buen estilo. ¿Te abruma todo ese trabajo? Desde luego, escribir bien no es para cualquiera, pero si otros lo han hecho, tú también puedes.

Mapas conceptuales para escritores



Si te gusta tener tus notas en orden y las ideas bien organizadas, este artículo te va a encantar. Además, con un par de modificaciones, esta técnica te permitirá fijar en el papel (o en la pantalla de tu ordenador) las ideas de partida y empezar a generar nuevas ideas a partir de ellas. 
Planificar y llevar a cabo una novela es una tarea intelectual compleja que exige elaborar ideas relacionadas entre sí y mantenerlas en orden y disponibles para consulta rápida, para no cometer errores de consistencia en el texto. Y aquí es donde viene en nuestra ayuda la técnica de los mapas conceptuales.
Un mapa conceptual es un diagrama elaborado con unas normas especiales que sirve para organizar información de forma visual y espacial. Pueden usarse para múltiples propósitos: organizar y estudiar un tema académico, tomar apuntes de una conferencia, anotar y resumir los puntos tratados en una reunión, desarrollar los puntos principales y secundarios de una disertación o ensayo,  y un largo etcétera.
Sus aplicaciones en el aprendizaje se basan en el concepto de aprendizaje significativo del psicólogo norteamericano David Ausubel, que, en resumen, viene a decirnos que adquiriremos un aprendizaje significativo —y no meramente memorístico— si somos capaces de relacionar los conocimientos nuevos que adquirimos con otros que ya teníamos consolidados dentro de nuestra "estructura cognitiva". Es decir, que aprendemos conceptos nuevos si hallamos relaciones significativas entre estos y otros conocimientos que ya teníamos previamente.
Los mapas conceptuales que vamos a tratar surgieron en el marco de una investigación del educador también norteamericano Joseph D. Novak, que fue quien introdujo y desarrolló la idea de mapa conceptual mientras investigaba la teoría de Ausubel con niños. En la web del Institute for Human & Machine Cognition dedicada al software gratuito CMapTools hay una explicación en español que desarrolla la teoría y la práctica de los mapas conceptuales.
Lo que nos interesa a nosotros, como escritores, es que con ligeras modificaciones no es difícil convertirlos en una potente herramienta creativa que nos puede ser de gran utilidad en diversas fases de la creación literaria.
 ¿Cómo se elabora un mapa conceptual? En su formulación original, los conceptos en el mapa se ordenan de más generales a más específicos, de arriba a abajo, es decir, colocaremos el concepto principal encerrado en una "caja" o un óvalo en la parte superior y luego iremos desarrollando en niveles inferiores los conceptos secundarios, terciarios, etc. —también encerrados en cajas—, relacionándolos entre sí con líneas que, en su parte media, contienen una palabra o una frase corta que indica el tipo de relación que existe entre el concepto de orden superior y el de orden inferior.
A la izquierda podemos ver un ejemplo de mapa conceptual (cortesía de Wikimedia Commons) que resume el sistema nervioso. Vemos que en la parte superior domina el concepto principal "SISTEMA NERVIOSO" y de él irradian hacia abajo los conceptos relacionados: "Receptores de los estímulos", "Transmisores", "Encéfalo" y "Médula espinal", que a su vez son desarrollados hacia abajo por nuevos niveles de conceptos cada vez más específicos relacionados con líneas y con la explicación de la relación. Si tomamos una de las ramas, de arriba a abajo, podemos leer, por ejemplo, "El sistema nervioso - está conformado por - receptores de los estímulos. - Son los - sentidos - responsables- de advertir al cerebro lo que ocurre en el medio". 
En la actualidad también se tiende a colocar el concepto principal en el centro y a disponer los conceptos secundarios alrededor de este, en el sentido de las agujas del reloj o no, quedando los conceptos más específicos cada vez más alejados del principal y rodeándolo, como conformando una red o tela de araña que "irradia" desde el centro hacia la periferia.
Como escritor, cuando utilices los mapas conceptuales como herramienta creativa eres libre de utilizar la configuración jerárquica de arriba a abajo o en forma de red. Lo más probable es que llegues a la conclusión de que unas disposiciones serán más apropiadas para una fase de la escritura que para otras, pero eso dependerá de tus preferencias.
Por ejemplo, si estás elaborando una ficha para la creación de un personaje, es posible que prefieras una disposición en red. En el centro podrías colocar el concepto genérico "PERSONAJE PRINCIPAL" o "PROTAGONISTA". Podrías crear otra caja a cierta distancia con el nombre y relacionarla mediante una línea con el concepto "PROTAGONISTA" y con el rótulo "Nombre" o "se llama". Luego podrías dibujar otra caja con la fecha de nacimiento, enlazada con "PROTAGONISTA" mediante una línea con el rótulo "nació el". De la fecha de nacimiento podría partir una línea con el rótulo "por tanto tiene" y añadir una caja con la edad del protagonista. A continuación veamos un ejemplo de una ficha de personaje creada con este método:
Se trata de una ficha muy incompleta, pero vale como ejemplo. Podríamos completarla con datos relativos a sus padres, a su profesión, acontecimientos vitales que le han marcado, relaciones con otros personajes, etc.
Otra aplicación interesante es la elaboración de una cronología de nuestro argumento. En este caso lo más seguro es que una disposición de arriba a abajo (u horizontal de izquierda a derecha) sea más adecuada. Pondremos en la parte superior el primer evento de la novela y lo iremos enlazando en orden descendente con los eventos sucesivos del argumento con anotaciones sobre el año en el que suceden si fuese necesario (de hecho, es muy útil para no caer en incongruencias más tarde en el texto). Ahí va un ejemplo de desarrollo cronológico de nuestra novela:
Mapa cronología
No hace falta decir que nuestra novela no tiene por qué desarrollarse en su forma definitiva en ese estricto orden cronológico. Podría perfectamente empezar por el día de su boda y terminar rememorando cuando le mordió el perro del vecino en su infancia. Recuerda la diferencia entre argumento y trama. el primero es cronológico y la segunda no tiene por qué serlo.
Sin embargo es muy conveniente tener a mano un desarrollo cronológico del argumento, sobre todo si nuestra historia salta adelante y atrás. Es muy fácil liarse en una historia compleja y acabar mezclando o equivocando fechas, o consignar como anteriores unos eventos que en realidad son posteriores.
Un uso aún más interesante de esta aplicación de los mapas conceptuales al orden cronológico de nuestra historia se hace aparente cuando nuestra novela tiene una o más historias secundarias que se desarrollan de forma paralela al argumento principal. En este caso pondrías en vertical la línea temporal principal y a su lado desarrollarías, en paralelo, las hsitorias secundarias, teniendo cuidado de poner a la misma altura los eventos que sucedan a la vez en ambas historias, si puede ser incluso enlazando las fechas entre líneas temporales.
Por ejemplo, en la historia principal en 1985 un perro muerde al protagonista. Al mismo tiempo su padre está comenzando una aventura con su secretaria. Podríamos entonces trazar una línea desde la caja "1985" hacia la derecha y crear una caja "El padre empieza su aventura con la secretaria", y a partir de ahí hacia abajo se puede desarrollar una historia secundaria paralela (la aventura del padre, obviamente). Esto nos ayuda a tener bien diferenciadas ambas historias, aunque en el manuscrito definitivo se entremezclen.
Puede que te hayas dado cuenta de que el ejemplo de desarrollo cronológico del argumento no es en realidad un mapa conceptual. No hay jerarquización de conceptos ni rótulos en las líneas que expliquen la relación que se establece entre una caja y la siguiente, aunque ese rótulo se sobreentendería porque en todos los casos es "y luego". El protagonista nace Y LUEGO va al colegio Y LUEGO tiene un problema con los matones del barrio Y LUEGO le muerde el perro del vecino.
Lo que quiero decir con todo esto es que utilices los mapas conceptuales con toda libertad y como mejor se acomoden a tu carácter: en orden jerárquico, cronológico, en forma de red, incluso enlazando unas cajas con otras que estén en otras "ramas" mediante líneas rectas, curvas, o como quieras. Las cajas pueden estar interconectadas de forma cruzada tal como nos convenga, como puedes ver en este ejemplo. También puedes usar distintos colores, distintos tipos de letras, burbujas o figuras geométricas en lugar de solo rectángulos, etc.
Personalmente no me siento muy cómodo con el precepto de que cada línea tenga que llevar un rótulo explicando la relación. A menudo ese rótulo no lo pongo si se sobreentiende, o lo convierto en una caja más igual que las otras. No se trata de encorsetarse en unas normas impuestas, sino de liberarse de toda traba para dar rienda suelta a la creatividad.
He querido dejar para el final una de las aplicaciones más interesantes y creativas de los mapas conceptuales: el brainstorming de la idea principal de nuestra novela o relato. Si no has leído mi artículo sobre el brainstorming para escritores, te animo que lo hagas ahora y vuelvas luego.
El utilizar un mapa conceptual en forma de red o tela de araña es algo que casa muy bien con la técnica del brainstorming. En el centro de una hoja de papel pondríamos, resumida, la idea principal de nuestra historia y luego dejaríamos volar la imaginación anotando las ideas secundarias que nos sugiere la idea principal en forma de cajas unidas a aquella mediante líneas. No importa lo alocadas que parezcan esas ideas; las anotamos todas, que luego podaremos la maraña de cajas y líneas y nos quedaremos solo con aquellas que sobrevivan por ser las más interesantes o más ajustadas a la historia que pretendemos contar.
Por ejemplo, hace tiempo que nos ronda por la cabeza una idea que tal vez dé lugar a una buena novela de ciencia ficción. Esta idea:
En la cara oculta de la luna unos astronautas descubren unas ruinas exactamente iguales que unas descubiertas unos años antes en la selva amazónica.
Y ya no sabemos qué más sucede. Es la hora del brainstorming: ponemos esa idea en una caja en el centro de una hoja de papel (o de la pantalla del ordenador si estamos usando algún software de mapas conceptuales) y empezamos a pensár en qué elementos va a necesitar nuestra historia. Por ejemplo, la selva amazónica es muy grande. ¿En qué país se descubrieron las ruinas? Trazamos una línea y una caja, y dentro escribimos "¿país?". Consultamos unos mapas y nos llaman la atención Brasil y Surinam. Se nos ocurre que tendremos que investigar su política, su ejército, las mafias de la zona, las tribus, sus lenguas y dialectos, etc. Lo anotamos todo en cajas relacionadas.
¿Quién descubre las ruinas? Podrían ser niños de una tribu que se han perdido jugando, o arqueólogos que buscaban otra cosa, o puede que las haya revelado una foto de un satélite.
Luego habrá que hacerse cargo de la misión espacial a la luna. ¿Quiénes son los astronautas? ¿Son de la NASA, europeos o chinos? Así va de momento el mapa de nuestro brainstorming:
Y así podemos añadir ideas secundarias, terciarias, cuaternarias, etc. hasta donde queramos. Como podrás imaginar, el mapa se puede complicar bastante a partir de aquí porque cada caja es un nodo que puede ramificarse al rodearse de cada vez más conceptos relacionados. El único límite es el espacio si lo estamos haciendo en papel, o la incomodidad de manejo de un mapa demasiado grande si lo estamos haciendo con algún programa de ordenador.
Una posible solución es dividir este mapa en varios. Podemos hacer un primer brainstorming con la idea principal en el centro y rodeándolo de ideas secundarias. Más tarde podemos hacer un mapa conceptual para cada una de esas ideas secundarias, es decir "País", "¿Quién descubre las ruinas?", "Astronautas" y todas las demás ideas secundarias —relacionadas con la idea principal— que se nos ocurran pueden a su vez convertirse en el centro de un mapa nuevo aparte, en otra hoja de papel o en otro documento de ordenador.
Las aplicaciones prácticas de los mapas conceptuales para el escritor no se detienen aquí. Por ejemplo, es posible trazar un mapa de una novela entera para analizar cómo está compuesta. Podemos partir del tema o de la idea principal que resuma el argumento como nodo central de la red, y despúes podemos poner a su alrededor en cajas todos los aspectos de interés: personajes, lugares, objetos, escenas, eventos e incluso reflexiones que el autor vaya dejando caer a lo largo del texto.
Lo mismo podemos hacer con algún libro sobre técnicas de escritura creativa que nos haya gustado. En el centro podríamos consignar el título y, alrededor de este en cajas, los distintos capítulos que conforman el libro. Después, de cada capítulo irradiarán tantas cajas como ideas interesantes contengan. De este modo tendremos una referencia rápida del libro entero, con la posibilidad de encontrar la información de un vistazo.
Por último, conviene distinguir los mapas conceptuales de los mapas mentales. En estos también se parte de una idea central, de la que irradian "brazos" que la enlazarán con los conceptos secundarios. El mapa menral tiene las siguientes caracteísticas que lo diferencian del mapa conceptual:
  • El texto de cada nodo no se suele escribir en cajas, sino sobre la línea de enlace.
  • No existe ningún rótulo que defina la relación entre un nodo y otro con el que esté conectado.
  • Se insiste en que no se escriba mucho texto, tan solo una palabra o dos en cada nodo que resuma la idea.
  • Se anima a hacerlos a mano, con líneas curvadas y "orgánicas", a utilizar muchos colores distintos, a intercalar dibujos, todo ello encaminado a estudiar de forma más eficaz (el origen tanto del mapa conceptual como del mapa mental es la búsqueda de formas visuales de organizar mejorla información para su estudio), aunque los mapas mentales están mucho más inmersos en la mitología de los lados derecho e izquierdo del cerebro, pretendiéndose que potencies el lado derecho con los colores y los dibujos. (La realidad del cerebro, sin embargo, no parece ser tan simple).
  • Los defensores de los mapas mentales, como Tony Buzan, a menudo les adjudican mejoras casi milagrosas de la capacidad de retención y memorización de la información. Lo defensores de los mapas conceptuales, en cambio, son más realistas. Aun así, existe suficiente evidencia empírica como para poder afirmar que el mapa conceptual es una herramienta eficaz para el estudiante, aunque no sea la panacea.
Después de mucho tiempo usando ambos tipos de mapas, personalmente prefiero el conceptual porque me permite emplear más texto en cada nodo y rotular, cuando sea necesario, la relación entre dos nodos o cajas. Sin embargo confieso que suelo mezclar propiedades de ambos tipos de mapas cuando me conviene. Por ejemplo, no acostumbro a hacerlos muy jerárquicos, sino en red (propiedad de los mapas mentales) y tampoco suelo rotular las relaciones entre nodos.
Existen muchas herramientas informáticas para realizar mapas conceptuales: programas de ordenador, apps para iPad y Android e incluso aplicaciones on-line (previo registro normalmente). En otro artículo analizo algunas de las más populares e interesantes.

Brainstorming para escritores


¿Te faltan ideas? ¿No sabes cómo empezar o continuar con tu novela? ¿No sabes cómo rellenar un hueco en la trama? Existe una técnica muy popular originaria del mundo de la empresa que puede resultarte de ayuda: el brainstorming.
La técnica del brainstorming, también denominada lluvia o tormenta de ideas, es, en su origen, una técnica para estimular el prensamiento creativo en grupo. En su formato original, un grupo de personas procedentes de la mayor variedad posible de disciplinas y grados de experiencia se reúnen bajo la dirección de una persona que hará de moderador. El moderador propone el problema que se va a tratar y todos los integrantes, sin un orden de participación establecido de antemano, comienzan a proponer las soluciones posibles que se les vayan ocurriendo.
 Las normas básicas de una sesión de brainstorming  son las siguientes:
  • La reunión estará centrada en el problema. Es responsabilidad del moderador que la sesión no derive en una divagación sobre temas relacionados con el problema propuesto pero que son irrelevantes a la hora de hallar una solución.
  • Se animará a participar a todos los integrantes, pero no se les obligará.
  • No se criticará ni censurará ninguna idea, sin importar lo fantasiosa, cara de llevar a cabo o ninguna otra consideración. Si se hace, los integrantes se cohibirán a la hora de aportar soluciones imaginativas que podrían ser importantes o inspirar en otra persona una idea más ajustada a la realidad, pero basada en la anterior.
  • Tampoco se "premiará" ninguna idea en forma de elogio. Los integrantes podrían desechar, antes de formularlas, ideas que no se ajusten a las características de las ideas que se están elogiando. Esto puede hacer que la reunión se centre en una especie de "pensamiento único" y todas las soluciones propuestas girarán en torno a un único aspecto y se descartarán todos los demás.
  • Absolutamente todas las ideas se anotarán. Ninguna se dejará fuera por demasiado fantasiosa, cara de llevar a cabo o cualquier otra consideración.
  • Lo importante es la cantidad. Cuantas más ideas se tengan, mejor.
¿Por qué funciona el brainstorming? Porque todos los participantes oyen las soluciones de los demás y, en un ambiente seguro y de total libertad de expresión, las ideas ajenas estimularán la propia creatividad. Unas ideas van llevando a otras hasta que al final a alguien se le ocurrirá una idea que será la mejor candidata, en un paso posterior, a ser la solución elegida. En un sentido, esa idea será propia de quien la ha propuesto, pero en otro sentido la idea es tributaria de las aportaciones de todos los demás. Por eso es importante no censurar ninguna y anotarlas todas.
¿Cómo puede ayudar el brainstorming al escritor?
El brainstorming en grupo tiene una serie de ventajas que uno solo, como escritor, no tendrá. Por ejemplo, la variedad de disciplinas y grados de experiencia de la que proceden todos los participantes puden propiciar el que las soluciones propuestas sean más variadas y cubran una mayor cantidad de aspectos que a uno solo no se le habrían ocurrido. Pero el escritor, estando solo, disfrutará de una mayor libertad a la hora de generar ideas sin que pese sobre él la losa de la preocupación por la imagen que pueda dar a otros. También, el escritor es el "padre" de su novela y tiene más claro hacia dónde quiere llevar la historia y qué desea que aparezca en ella y qué no, lo cual permitirá que las soluciones propuestas estén más centradas y ajustadas al tono general de la obra y al género al que pertenece. Por ejemplo, si está escribiendo una historia romántica es poco probable que las soluciones que se le ocurran conlleven la irrupción de extraterrestres (aunque, en principio, en el brainstorming de uno solo tampoco debe censurarse de antemano ninguna idea).
Hay estudios que demuestran que en el brainstorming individual a menudo se generan más ideas y, a veces, son incluso mejores que en grupo.
Para la sesión de brainstorming  individual, lo mejor es elegir un momento y un lugar tranquilos.
El escritor se sentará a pensar soluciones y las irá anotando en papel o en algún programa informático, tal como procesador de textos o aplicación específica para brainstorming. También se puede considerar el empleo de los mapas conceptuales. Es importante apartar al crítico interior que todos llevamos dentro, amordazarlo e impedirle a toda costa su particiación. Su aportación será indispensable a la hora de seleccionar, de entre todas las ideas formuladas, la que mejor se ajuste a la solución ideal, pero de momento es mejor dejar actuar sin restricciones al artista imaginativo que también llevamos dentro.
Por ejemplo, si en la novela que estamos escribiendo nuestro protagonista está preso en una cárcel de máxima seguridad y el problema al que nos enfrentamos es cómo escapar, las ideas generadas pueden ser las siguientes:
  • Termina de cumplir su condena y, simplemente, sale.
  • Cae un meteorito que destruye parte del muro exterior y, como consecuencia de la confusión, escapa.
  • Tiene colaboradores fuera que colocan explosivos en el muro exterior, con el mismo resultado que en la idea anterior.
  • Hay un terremoto que hace que el muro exterior se desplome, con las mismas consecuencias que en los dos casos anteriores.
  • Lo abducen los extraterrestres cuando está en el patio.
  • Soborna a un vigilante de la prisión.
  • Cava un túnel.
  • Otros presos están elaborando un plan de fuga y le proponen participar.
  • Revisan su condena y resulta que descubren su inocencia.
  • Etcétera.
La anterior es una lista pequeña de soluciones. De forma ideal, la sesión de brainstorming debería incluir muchas más, a no ser que de repente se nos ocurra la idea que nos haga exclamar "eureka", con lo cual no tendría sentido seguir imaginando soluciones sabiendo que ya tenemos la idea de la que nos hemos "enamorado" y que  más se ajusta a lo que queremos.
Lo más habitual será que al prolongar la sesión de brainstorming unas ideas nos irán inspirando otras hasta dar con  la solución definitiva, la que más nos convenza para nuestra historia en particular.
Si hay más de una idea candidata a solución definitiva, entonces es cuando echaremos mano del crítico interior. Analizaremos críticamente la lista de ideas propuestas y descartaremos las más descabelladas. Nos centraremos en las más ajustadas a la solución ideal según el tono de nuestra novela y las iremos depurando hasta dar con la más atractiva.
Pero eso no quiere decir que el resto de ideas hayan sido una pérdida de tiempo. A menudo las ideas descartadas nos inspirarán para la construcción de futuras escenas o incluso para la creación de nuevos personajes que enriquecerán la trama.