Si te gusta tener tus notas en orden y las ideas bien organizadas, este artículo te va a encantar. Además, con un par de modificaciones, esta técnica te permitirá fijar en el papel (o en la pantalla de tu ordenador) las ideas de partida y empezar a generar nuevas ideas a partir de ellas.
Planificar y llevar a cabo una novela es una tarea intelectual compleja que exige elaborar ideas relacionadas entre sí y mantenerlas en orden y disponibles para consulta rápida, para no cometer errores de consistencia en el texto. Y aquí es donde viene en nuestra ayuda la técnica de los mapas conceptuales.
Un mapa conceptual es un diagrama elaborado con unas normas especiales que sirve para organizar información de forma visual y espacial. Pueden usarse para múltiples propósitos: organizar y estudiar un tema académico, tomar apuntes de una conferencia, anotar y resumir los puntos tratados en una reunión, desarrollar los puntos principales y secundarios de una disertación o ensayo, y un largo etcétera.
Sus aplicaciones en el aprendizaje se basan en el concepto de aprendizaje significativo del psicólogo norteamericano David Ausubel, que, en resumen, viene a decirnos que adquiriremos un aprendizaje significativo —y no meramente memorístico— si somos capaces de relacionar los conocimientos nuevos que adquirimos con otros que ya teníamos consolidados dentro de nuestra "estructura cognitiva". Es decir, que aprendemos conceptos nuevos si hallamos relaciones significativas entre estos y otros conocimientos que ya teníamos previamente.
Los mapas conceptuales que vamos a tratar surgieron en el marco de una investigación del educador también norteamericano Joseph D. Novak, que fue quien introdujo y desarrolló la idea de mapa conceptual mientras investigaba la teoría de Ausubel con niños. En la web del Institute for Human & Machine Cognition dedicada al software gratuito CMapTools hay una explicación en español que desarrolla la teoría y la práctica de los mapas conceptuales.
Lo que nos interesa a nosotros, como escritores, es que con ligeras modificaciones no es difícil convertirlos en una potente herramienta creativa que nos puede ser de gran utilidad en diversas fases de la creación literaria.
¿Cómo se elabora un mapa conceptual? En su formulación original, los conceptos en el mapa se ordenan de más generales a más específicos, de arriba a abajo, es decir, colocaremos el concepto principal encerrado en una "caja" o un óvalo en la parte superior y luego iremos desarrollando en niveles inferiores los conceptos secundarios, terciarios, etc. —también encerrados en cajas—, relacionándolos entre sí con líneas que, en su parte media, contienen una palabra o una frase corta que indica el tipo de relación que existe entre el concepto de orden superior y el de orden inferior.
A la izquierda podemos ver un ejemplo de mapa conceptual (cortesía de Wikimedia Commons) que resume el sistema nervioso. Vemos que en la parte superior domina el concepto principal "SISTEMA NERVIOSO" y de él irradian hacia abajo los conceptos relacionados: "Receptores de los estímulos", "Transmisores", "Encéfalo" y "Médula espinal", que a su vez son desarrollados hacia abajo por nuevos niveles de conceptos cada vez más específicos relacionados con líneas y con la explicación de la relación. Si tomamos una de las ramas, de arriba a abajo, podemos leer, por ejemplo, "El sistema nervioso - está conformado por - receptores de los estímulos. - Son los - sentidos - responsables- de advertir al cerebro lo que ocurre en el medio".
En la actualidad también se tiende a colocar el concepto principal en el centro y a disponer los conceptos secundarios alrededor de este, en el sentido de las agujas del reloj o no, quedando los conceptos más específicos cada vez más alejados del principal y rodeándolo, como conformando una red o tela de araña que "irradia" desde el centro hacia la periferia.
Como escritor, cuando utilices los mapas conceptuales como herramienta creativa eres libre de utilizar la configuración jerárquica de arriba a abajo o en forma de red. Lo más probable es que llegues a la conclusión de que unas disposiciones serán más apropiadas para una fase de la escritura que para otras, pero eso dependerá de tus preferencias.
Por ejemplo, si estás elaborando una ficha para la creación de un personaje, es posible que prefieras una disposición en red. En el centro podrías colocar el concepto genérico "PERSONAJE PRINCIPAL" o "PROTAGONISTA". Podrías crear otra caja a cierta distancia con el nombre y relacionarla mediante una línea con el concepto "PROTAGONISTA" y con el rótulo "Nombre" o "se llama". Luego podrías dibujar otra caja con la fecha de nacimiento, enlazada con "PROTAGONISTA" mediante una línea con el rótulo "nació el". De la fecha de nacimiento podría partir una línea con el rótulo "por tanto tiene" y añadir una caja con la edad del protagonista. A continuación veamos un ejemplo de una ficha de personaje creada con este método:
Se trata de una ficha muy incompleta, pero vale como ejemplo. Podríamos completarla con datos relativos a sus padres, a su profesión, acontecimientos vitales que le han marcado, relaciones con otros personajes, etc.
Otra aplicación interesante es la elaboración de una cronología de nuestro argumento. En este caso lo más seguro es que una disposición de arriba a abajo (u horizontal de izquierda a derecha) sea más adecuada. Pondremos en la parte superior el primer evento de la novela y lo iremos enlazando en orden descendente con los eventos sucesivos del argumento con anotaciones sobre el año en el que suceden si fuese necesario (de hecho, es muy útil para no caer en incongruencias más tarde en el texto). Ahí va un ejemplo de desarrollo cronológico de nuestra novela:
No hace falta decir que nuestra novela no tiene por qué desarrollarse en su forma definitiva en ese estricto orden cronológico. Podría perfectamente empezar por el día de su boda y terminar rememorando cuando le mordió el perro del vecino en su infancia. Recuerda la diferencia entre argumento y trama. el primero es cronológico y la segunda no tiene por qué serlo.
Sin embargo es muy conveniente tener a mano un desarrollo cronológico del argumento, sobre todo si nuestra historia salta adelante y atrás. Es muy fácil liarse en una historia compleja y acabar mezclando o equivocando fechas, o consignar como anteriores unos eventos que en realidad son posteriores.
Un uso aún más interesante de esta aplicación de los mapas conceptuales al orden cronológico de nuestra historia se hace aparente cuando nuestra novela tiene una o más historias secundarias que se desarrollan de forma paralela al argumento principal. En este caso pondrías en vertical la línea temporal principal y a su lado desarrollarías, en paralelo, las hsitorias secundarias, teniendo cuidado de poner a la misma altura los eventos que sucedan a la vez en ambas historias, si puede ser incluso enlazando las fechas entre líneas temporales.
Por ejemplo, en la historia principal en 1985 un perro muerde al protagonista. Al mismo tiempo su padre está comenzando una aventura con su secretaria. Podríamos entonces trazar una línea desde la caja "1985" hacia la derecha y crear una caja "El padre empieza su aventura con la secretaria", y a partir de ahí hacia abajo se puede desarrollar una historia secundaria paralela (la aventura del padre, obviamente). Esto nos ayuda a tener bien diferenciadas ambas historias, aunque en el manuscrito definitivo se entremezclen.
Puede que te hayas dado cuenta de que el ejemplo de desarrollo cronológico del argumento no es en realidad un mapa conceptual. No hay jerarquización de conceptos ni rótulos en las líneas que expliquen la relación que se establece entre una caja y la siguiente, aunque ese rótulo se sobreentendería porque en todos los casos es "y luego". El protagonista nace Y LUEGO va al colegio Y LUEGO tiene un problema con los matones del barrio Y LUEGO le muerde el perro del vecino.
Lo que quiero decir con todo esto es que utilices los mapas conceptuales con toda libertad y como mejor se acomoden a tu carácter: en orden jerárquico, cronológico, en forma de red, incluso enlazando unas cajas con otras que estén en otras "ramas" mediante líneas rectas, curvas, o como quieras. Las cajas pueden estar interconectadas de forma cruzada tal como nos convenga, como puedes ver en este ejemplo. También puedes usar distintos colores, distintos tipos de letras, burbujas o figuras geométricas en lugar de solo rectángulos, etc.
Personalmente no me siento muy cómodo con el precepto de que cada línea tenga que llevar un rótulo explicando la relación. A menudo ese rótulo no lo pongo si se sobreentiende, o lo convierto en una caja más igual que las otras. No se trata de encorsetarse en unas normas impuestas, sino de liberarse de toda traba para dar rienda suelta a la creatividad.
He querido dejar para el final una de las aplicaciones más interesantes y creativas de los mapas conceptuales: el brainstorming de la idea principal de nuestra novela o relato. Si no has leído mi artículo sobre el brainstorming para escritores, te animo que lo hagas ahora y vuelvas luego.
El utilizar un mapa conceptual en forma de red o tela de araña es algo que casa muy bien con la técnica del brainstorming. En el centro de una hoja de papel pondríamos, resumida, la idea principal de nuestra historia y luego dejaríamos volar la imaginación anotando las ideas secundarias que nos sugiere la idea principal en forma de cajas unidas a aquella mediante líneas. No importa lo alocadas que parezcan esas ideas; las anotamos todas, que luego podaremos la maraña de cajas y líneas y nos quedaremos solo con aquellas que sobrevivan por ser las más interesantes o más ajustadas a la historia que pretendemos contar.
Por ejemplo, hace tiempo que nos ronda por la cabeza una idea que tal vez dé lugar a una buena novela de ciencia ficción. Esta idea:
En la cara oculta de la luna unos astronautas descubren unas ruinas exactamente iguales que unas descubiertas unos años antes en la selva amazónica.
Y ya no sabemos qué más sucede. Es la hora del brainstorming: ponemos esa idea en una caja en el centro de una hoja de papel (o de la pantalla del ordenador si estamos usando algún software de mapas conceptuales) y empezamos a pensár en qué elementos va a necesitar nuestra historia. Por ejemplo, la selva amazónica es muy grande. ¿En qué país se descubrieron las ruinas? Trazamos una línea y una caja, y dentro escribimos "¿país?". Consultamos unos mapas y nos llaman la atención Brasil y Surinam. Se nos ocurre que tendremos que investigar su política, su ejército, las mafias de la zona, las tribus, sus lenguas y dialectos, etc. Lo anotamos todo en cajas relacionadas.
¿Quién descubre las ruinas? Podrían ser niños de una tribu que se han perdido jugando, o arqueólogos que buscaban otra cosa, o puede que las haya revelado una foto de un satélite.
Luego habrá que hacerse cargo de la misión espacial a la luna. ¿Quiénes son los astronautas? ¿Son de la NASA, europeos o chinos? Así va de momento el mapa de nuestro brainstorming:
Y así podemos añadir ideas secundarias, terciarias, cuaternarias, etc. hasta donde queramos. Como podrás imaginar, el mapa se puede complicar bastante a partir de aquí porque cada caja es un nodo que puede ramificarse al rodearse de cada vez más conceptos relacionados. El único límite es el espacio si lo estamos haciendo en papel, o la incomodidad de manejo de un mapa demasiado grande si lo estamos haciendo con algún programa de ordenador.
Una posible solución es dividir este mapa en varios. Podemos hacer un primer brainstorming con la idea principal en el centro y rodeándolo de ideas secundarias. Más tarde podemos hacer un mapa conceptual para cada una de esas ideas secundarias, es decir "País", "¿Quién descubre las ruinas?", "Astronautas" y todas las demás ideas secundarias —relacionadas con la idea principal— que se nos ocurran pueden a su vez convertirse en el centro de un mapa nuevo aparte, en otra hoja de papel o en otro documento de ordenador.
Las aplicaciones prácticas de los mapas conceptuales para el escritor no se detienen aquí. Por ejemplo, es posible trazar un mapa de una novela entera para analizar cómo está compuesta. Podemos partir del tema o de la idea principal que resuma el argumento como nodo central de la red, y despúes podemos poner a su alrededor en cajas todos los aspectos de interés: personajes, lugares, objetos, escenas, eventos e incluso reflexiones que el autor vaya dejando caer a lo largo del texto.
Lo mismo podemos hacer con algún libro sobre técnicas de escritura creativa que nos haya gustado. En el centro podríamos consignar el título y, alrededor de este en cajas, los distintos capítulos que conforman el libro. Después, de cada capítulo irradiarán tantas cajas como ideas interesantes contengan. De este modo tendremos una referencia rápida del libro entero, con la posibilidad de encontrar la información de un vistazo.
Por último, conviene distinguir los mapas conceptuales de los mapas mentales. En estos también se parte de una idea central, de la que irradian "brazos" que la enlazarán con los conceptos secundarios. El mapa menral tiene las siguientes caracteísticas que lo diferencian del mapa conceptual:
- El texto de cada nodo no se suele escribir en cajas, sino sobre la línea de enlace.
- No existe ningún rótulo que defina la relación entre un nodo y otro con el que esté conectado.
- Se insiste en que no se escriba mucho texto, tan solo una palabra o dos en cada nodo que resuma la idea.
- Se anima a hacerlos a mano, con líneas curvadas y "orgánicas", a utilizar muchos colores distintos, a intercalar dibujos, todo ello encaminado a estudiar de forma más eficaz (el origen tanto del mapa conceptual como del mapa mental es la búsqueda de formas visuales de organizar mejorla información para su estudio), aunque los mapas mentales están mucho más inmersos en la mitología de los lados derecho e izquierdo del cerebro, pretendiéndose que potencies el lado derecho con los colores y los dibujos. (La realidad del cerebro, sin embargo, no parece ser tan simple).
- Los defensores de los mapas mentales, como Tony Buzan, a menudo les adjudican mejoras casi milagrosas de la capacidad de retención y memorización de la información. Lo defensores de los mapas conceptuales, en cambio, son más realistas. Aun así, existe suficiente evidencia empírica como para poder afirmar que el mapa conceptual es una herramienta eficaz para el estudiante, aunque no sea la panacea.
Después de mucho tiempo usando ambos tipos de mapas, personalmente prefiero el conceptual porque me permite emplear más texto en cada nodo y rotular, cuando sea necesario, la relación entre dos nodos o cajas. Sin embargo confieso que suelo mezclar propiedades de ambos tipos de mapas cuando me conviene. Por ejemplo, no acostumbro a hacerlos muy jerárquicos, sino en red (propiedad de los mapas mentales) y tampoco suelo rotular las relaciones entre nodos.
Existen muchas herramientas informáticas para realizar mapas conceptuales: programas de ordenador, apps para iPad y Android e incluso aplicaciones on-line (previo registro normalmente). En otro artículo analizo algunas de las más populares e interesantes.